martes, 5 de febrero de 2013

"Un Solitario Viaje Para Dos" - One-Shot Original



Un solitario viaje para dos


Respirando agitadamente, agotado por haber corrido demasiado, el joven de cabellera negra abordó aquel ómnibus buscando en sus bolsillos.
– ¿A dónde? – Le preguntó el guarda con una sonrisa que se borró de su rostro tan pronto el chico levantó la mirada.
– Tan lejos cómo pueda llegar con esto – Extendió unos billetes y monedas. Sus mejillas estaban húmedas, y era notorio que había llorado.
– Prácticamente te dejaría en medio de la nada, así que tendrás que conformarte con la parada más lejana, pero no tan lejos.
– Sólo llévenme tanto como puedan, no importa hasta dónde siempre que sea lejos, yo me las arreglaré luego.
El guarda suspiró, entregándole los boletos dubitativo – Si usted lo dice…

Eso era lo que quería, alejarse… de todo… Acababa de gastar todos sus ahorros, y no sabía hacia dónde se dirigía, o qué haría después, pero nada de eso importaba entonces. Secó su rostro con el puño de su camisa y continuó mirando por la ventana, ahora sólo le restaba esperar, mientras, sus celestes ojos amenazaban con volver a llorar…

Hacía ya bastante que había abordado cuando escuchó que le hablaban – Es aquí.
Se incorporó echando un vistazo, no quedaba casi nadie más. Una vez frente a la puerta abierta, el guarda le comentó – Si quieres puedes bajarte en la próxima ciudad, o, dejarte de regreso en la parada anterior… No creo que sea buena idea que te quedes aquí…
Era cierto, no había nada alrededor, sólo árboles, campo y carretera, mas, pese a desear aceptar, temía que de hacerlo debiese responder preguntas o dar algún tipo de explicación, de modo que prefirió decender.
Sonriendo amablemente le rechazó, inclinándose a modo de agradecimiento – Muchas gracias, en verdad lo aprecio, pero está bien aquí.
Observó de pie, a un lado de la calle, cómo aquél ómnibus continuaba y desaparecía en el horizonte… sin él…

Horas después él continuaba, algo más adelante, en el mismo sendero; los pocos vehículos que pasaban por allí continuaban sin siquiera disminuir la velocidad, no importaba cuantas señas les hiciera. Poco a poco la temperatura disminuía.
“Si este no se detiene me pararé frente al próximo que pase para que lo haga” Pensó resignado al ver dos luces a lo lejos mientras levantaba su mano.
Repentinamente, habiéndolo pasado por no más e un metro, y contra todo lo que el chico hubiese esperado, aquél amplio, negro y elegante auto se detuvo.
Tímidamente se acercó, la puerta del acompañante se abrió y desde el asiento del conductor una voz gruesa pero suave le habló:
– ¿Qué esperas? Sube.
Obedeciendo rápidamente, cerró tras haberse sentado – Gracias.
– ¿A dónde vas? – Cuestionó el joven de cabello desmechado a los hombros, el cual, a la tenue luz del vehículo, se veía de un negro verdoso que, combinado a su intensa mirada de un obscuro gris, le otorgaban un misterioso aire mágico, digno de un personaje de cuentos de fantasía.
Había pasado completamente por alto su intento de amabilidad al agradecerle… – A dónde sea… – Contestó, esperando no sonar demasiado sospechoso y deseando que no le hiciese bajar…
– Curioso – Esa fue la única respuesta que obtuvo e inmediatamente el automóvil se puso en marcha de nuevo…

– ¿Tienes frío? – Rompió el silencio que se había extendido ya durante un buen rato al ver de re ojo temblar al muchacho.
– ¿Eh?... No, no te preocupes…
Su respuesta fingida y falsa sonrisa no pudieron engañar al otro, que, buscando en el asiento de atrás le alcanzó un saco.
– La baja temperatura me ayuda a mantenerme despierto cuando conduzco por la noche…
– Gracias – Pese a que era algo grande para él, bien le servía de abrigo.
– Mi nombre es Yukimaru Tsumeru, mucho gusto – extendió la mano.
– Tsuru Otmari, encantado – La estrechó esbozando una imperceptible y débil sonrisa.

– Puedo preguntar qué hacías a estas horas en medio de la carretera – Le preguntó Tsuru tras un momento, ya que tenía compañía, hablar parecía una buena manera de matar el tiempo y mantenerse atento mientras continuara en viaje, mas siempre había preferido la soledad… – ¿No sabes que puede ser peligroso?, podrían asaltarte, o peor… – Insistió.
– Qué más dá – Se apoyó en el asiento mirando los árboles pasar; prefería responder lo menos posible, pero no deseaba parecer descortés. – Incluso si alguien lo intentara, no tengo nada que pudiese robarme…
– ¿Y tus padres?
– Están muertos, además, ya soy mayor. – Respondió elusivamente.
– Lo siento… – Hubo un breve silencio antes de que continuara. – Déjame ver, sin dinero, sin abrigo o bolso alguno, y sn ninguna dirección… Entonces, ¿De qué huyes?
El sueño comenzaba a vencer a Yukimaru que dejó escapar un bostezo antes de cuestionar – ¿Tan, evidente soy?
– Algo… ¿Y bien?
– Mi hermano, él me odia.
– Dudo que sea precisamente así…
– Si – Respondió. Sus ojos se cerraban, y, semidormido, respondió sin percatarse a todo, al punto de que, inesperadamente, terminó por contarle su historia.

El muchacho abrió lentamente sus ojos, mirando alrededor; amanecía.
– ¿Despierto? – Escuchó.
– ¿Ah?... Si… ¿Aún no llegamos?
– Depende, ¿A dónde? – Hizo una breve pausa – Hace algunas horas que pasamos la ciudad; sólo paré por unos cafés biscochos, pero te veías tan dulce durmiendo que no quise despertarte – Le sonrió de lado, quizás un tanto altanero – No creí que te importara.
– Hm – Dejó escapar una leve riza – Ahí hay un café y un par de biscochos, supuse que tendrías hambre.
– Gracias, pero yo… - Iba a decirle que no bebía café, mas prefirió aceptar el gesto, le colocó tanto azúcar cómo encontró, probablemente Otmari lo había tomado amargo pues era bastante, y repitió para luego comenzar a comer – Gracias. – Pese a pensar que debía negarse, estaba realmente hambriento.
– ¿Sabes conducir?
– ¿Eh?, Si. – Se extrañó por lo inesperado de la pregunta.
– Bien – Detuvo el coche y abrió la puerta del acompañante. El chico le miró sin comprender.
– Da la vuelta, quiero descansar un poco, así que tu conducirás mientras yo duermo un rato ¿Está bien?
Yukimaru asintió y salió del auto para luego tomar el lugar del conductor, mientras Tsuru se deslizaba al asiento contiguo, acomodándose contra la puerta.
– ¿A dónde…?
Con sus ojos cerrados le respondió débilmente – Sólo sigue, a donde sea… – Su voz se apagó y no dijo más.
Se veía extrañamente agradable dormido, pensó el chico que comenzó a conducir nuevamente; ese aspecto rudo, desinteresado, todo eso había desaparecido misteriosamente al momento que cerró sus ojos.

El sol comenzaba a descender y, nuevamente tras el volante, Tsuru anunció – Estamos aproximadamente a media hora del poblado más cercano.
¿Significaba eso que ese sería el final del recorrido? Se cuestionó el chico.

Era un pueblo realmente pequeño. A la entrada pasaron frente a una comisaría, poco después se detuvieron en una posada.
– Parece un buen lugar para pasar la noche – Comentó antes de salir del vehículo. – Mi auto no es tan cómodo.
Yukimaru descendió tras él, ese comentario le había dado a entender que su viaje llegaba sólo hasta allí. Esperó afuera, dubitativo; deseaba preguntarle si seguirían luego, mas no creyó tener el suficiente valor para hacerlo. Al menos le agradecería, eso sí, pensó.
El joven salió, deteniéndose sólo un instante para dirigirle una mirada, momento que el chico quiso aprovechar para darle las gracias, aunque sólo llegó a nombrarlo antes de que continuase hasta su auto, poniéndolo en marcha y doblando en un estrecho callejón, al que, extrañado por algo en aquella actitud que parecía disto a antes, se asomó, sospechando, al notar que no tendría salida, el que sólo habría ido a estacionar, por lo que continuó esperándolo.

Tsuru se detuvo a no más de un metro del alto muro de ladrillo; no se movió del asiento, simplemente se quedó allí, pensando… Cuando aquél muchacho decía su nombre de esa forma… –  Demonios – Golpeó el volante con su puño; ¡en qué rayos estaba pensando!... Y aún así… ¿qué diablos pretendía hacer?... Sabía que se arrepentiría, pero no podía evitarlo, contenerse, ya… ¿Iba a arruinarlo todo?

Regresó tras varios minutos, sus grises ojos se veían más sombríos que antes, y su semblante se veía mas serio aunque tal vez sólo era su imaginación pensó el chico…
– Tsuru, yo sólo quería…
– No – Le interrumpió.
– ¿Qué? Pero…
– No, porque si dices algo harás que me sienta aún peor por decir lo que diré.
– ¿De qué estas ablando?
Su actitud se volvió seria y decidida antes de responder – Tendrás que pagarme. ¿O es que pensabas irte sin hacerlo?
– Le dije que no tenía dinero y…
Sonriéndole de lado. Pese a que su mente estaba repleta de dudas preguntándose qué hacía, se mantuvo sereno – Hay muchas formas – Dijo.
Aquella expresión le había dado a entender aquello antes de que sus palabras pareciesen confirmarlo.
– ¿Qué… quieres decir? – Cuestionó.
– Creo – Repuso el otro – que sabe bien a que me refiero.
– ¿Estas insinuando que…?
– Me pagues con tu cuerpo, si – Terminó él.
– Tienes que estar bromeando, ¿¡Estas loco!? ¡Ni de broma!
– No, sólo creí que preferirías arreglarlo de alguna forma, pero supongo que debería avisar a la policía. Seguro el comisario no tendrá problemas en contactar a tu casa, apuesto a que tu hermano estará feliz de saber de ti y estará encantado de…
– ¡No! – Reaccionó finalmente, sus ojos celestes brillaban sumamente abiertos – Por favor, usted, no haría eso… No lo haga, por favor.
– Sólo decía, se supone que de aviso…
Desvió la vista al piso y luego cerró sus ojos, suspirando – Está bien, haré lo que quiera, pero por favor no lo haga, no le diga.
– De acuerdo, entonces sígueme. – Decretó, entrando al hotel seguido por el chico que le obedeció.

Frente a la puerta, mientras el sujeto abría, aún pensaba en la mirada extrañada de la recepcionista al momento en que recogió éste la llave.
Una vez dentro vio desaparecer los dorados números que marcaban la habitación 15 y el cartel en rojo de “No molestar”, antes de que su captor asegurase la puerta con llave; ¿Es que temía que huyera?
– No se tu – Le dijo – Pero yo tengo hambre.
– ¿Lo dice enserio? – Pensó en vos alta.
– Claro – Respondió dirigiéndose a una pequeña mesa rustica en madera que se encontraba ya servida con dos sillas enfrentadas, y señalando una de ellas le invitó – Vamos, siéntate.
– Mejor paso.
– Insisto, al menos hazme compañía… Seguro estas hambriento también, así que por qué no aprovechas a comer algo de paso.
– No lo estoy – Decretó mientras tomaba asiento, mas el rugir de su estómago dejó al descubierto su mentira.
– No seas tan terco y come algo, no hay razón para que actúes así.
– Por supuesto – Su voz sonó con cierta ironía – ¿Se supone que esto sea otra trampa suya, Otmari?
– Así que ya no me llamas por mi nombre – Musitó para luego agregar con voz calma – ¿Por qué habría de serlo? No tienes por qué pensar así de mí, sólo te estoy invitando. Además, ¿Crees que podría cambiar algo a estas alturas?
Eso era cierto, y, pese a que su orgullo le impulsaba a negarse, su estomago venció haciéndole ceder.

Para entonces el sol había desaparecido completamente en el horizonte. Yukimaru estaba parado a pocos metros frente a una cama de dos plazas con gran cabecera tallada en madera. Toda la decoración en esa habitación parecía crear un ambiente acogedor.
Al sentir las manos que le giraban con suavidad regresó a la realidad. Miró directo a aquellos ojos gris obscuro que se desviaron sutilmente al tiempo que notaba cómo le desprendían la camisa. Tsuru deslizó esta por sus brazos con una delicada caricia que hizo erizar levemente al chico, mientras le hacía retroceder hasta dejarlo recostado sobre el colchón.
La sensación de la suave seda con la que estaban echas las sabanas bajo él se combinaba con la de los besos y caricias que aquél hombre le regalaba de forma extraña en su mente.
¿Qué estaba haciendo? Pensó tapándose la boca con su mano. Jamás antes habría accedido a algo como eso… Incluso si hubiese llamado a la policía podía haber escapado antes de que llegara, y, aunque no lo hiciera, no habría razón para que contactaran a su hermano si no hababa él primero, además no había hecho nada malo y ya era mayor… Lo sabía, desde siempre lo había sabido… Pero… entonces… ¿Por qué?... ¿Por qué lo había dejado llegar tan lejos?
Otmari hizo a un lado la mano del muchacho para así robarle un beso, pasándole el pulgar por la mejilla y acariciándole el cabello susurró en su oído antes de volver a besarle aún más intensamente.
– Tranquilizate, sólo relájate, no pienso hacerte daño ¿De acuerdo?
Las manos de aquél hombre bajaron por su pecho y abdomen con movimientos lentos y, una vez estas comenzaron a desprenderle el pantalón el chico comprendió que ya no habría vuelta atrás…

Tsuru atravesó el umbral de la puerta secando con una toalla escarlata aquel oscuro cabello que goteaba sobre su espalda.
– ¿Estas despierto? – Inquirió al sentir la mirada del otro siguiéndole. Al voltear el chico la desvió, clavando sus ojos en algún punto entre el piso y la pared, por lo que prosiguió – El baño esta pronto para cuando quieras ducharte.
– Bien – Fueron sólo unos segundos de silencio antes de que decidiese romperlo, pero solo eso bastaba para hacerle sentir incómodo – Debes tener experiencia trayendo gente a lugares como este…
– No, generalmente busco chicas en ciudades grandes. – Hasta terminar de hablar no se dio cuenta de lo inoportuno de su respuesta, claramente no sonó cómo lo esperaba.
– Soy hombre, aunque supongo ya notaste eso – Su voz era suave, cerró los ojos mientras decía aquello, esbozando una triste sonrisa, para agregar abriendolos lentamente. – Para ti debo ser como esas mujeres de todos modos, la única diferencia es que fui victima de que quisieras cambiar, probar algo nuevo.
– ¡Eso no es cierto! ¡Jamás dije eso! ¡Si quiera lo pensé! – Reaccionó de inmediato, verdaderamente lo había malentendido todo.
Otro incómodo silencio se extendió por la habitación, mucho más prolongado que el anterior.
– Yukimaru, pensé que, si no ibas a Nunkun lugar, tal vez querrías seguir, en vez de quedarte aquí, y me preguntaba si, si quieres continuar viajando, conmigo…
– Para volver a divertirte “cobrándome” – Con pesar se esforzó en decir aquello.
– Por supuesto que no, yo sólo creí que como tu estabas sólo y yo no tengo a nadie tampoco, podríamos hacernos compañía mutuamente.
– ¿Sólo eso? Claro, qué más podría pensar luego de que prácticamente me hayas violado. – Respondió con tanta ironía como le fue posible.
Una vez más, silencio.
– Entiendo… Comprendo, que reacciones así, pero… Diablos, sólo, escucha…: Yo, jamás me detengo, nunca recojo a nadie, sin importar quién sea, siempre viajo sólo, pero, contigo fue diferente, antes de darme cuenta me había detenido y te había hecho entrar, y, cuando quise acordar, estaba conduciendo de nuevo. A medida que el tiempo pasaba comencé a a sentirme más y más atraído a ti, no se qué, o cómo, o por qué, sólo que nunca me había pasado antes, nunca me había sentido así; quería continuar así, me atraías y quería que siguieras a mi lado, aún sigue siendo así… Cuando llegamos a aquí no pude evitar pensar que todo acabaría, sería el final de nuestro recorrido juntos y, creo que me dejé llevar, sabía que no estaba bien, pero no pude evitarlo, me dejé llevar supongo. Tal vez fue un poco absurdo esperar a que sólo me entendieras y perdonaras o simplemente creer que querrías continuar acompañándome, pero tenía que decirlo.
– Supones ¿Eh? – Mencionó sentándose – Sólo eso, tal vez un poco – Se levantó dirigiéndose hacia el baño manteniendo una postura arrogante y un tono irónico en su voz.

Al regresar, luego de haber despejado su mente bajo el agua tibia, vio a Tsuru arreglándose frente al espejo, quien al verlo volteó con una leve sonrisa.
– Toma – Le dijo extendiéndole un fajo de dinero – Es suficiente para que te establezcas aquí o continúes viajando, cómo prefieras.
El chico frunció el seño molesto – ¡Debes estar bromeando! – Le apartó la mano de un golpe – ¿¡Qué demonios crees que soy!?
El hombre le dirigió una mirada, entre extrañada y triste.
– ¿Acaso piensas solucionar todo con eso? Puedes comprar lo que sea ¿No es así? ¿Crees que soy esa clase de persona que puedes “comprar” y usar a tu antojo? Pues te equivocaste si creíste que iba a aceptar eso. ¡No sé quién te crees! – Estaba realmente enfadado, no era que se sintiese exactamente ofendido, sino molesto.
– Eso dolió – Suspiró – ¿es que no oíste nada de lo que te dije? To sólo quería ayudar – Dejó el dinero sobre una mesa antes de abandonar la habitación número 15.

Yukimaru quedó solo allí; el sol se alzaba en dirección opuesta a la ventana y la luz entrante creaba un juego de sombras que le daba una impresión fría al lugar. Percibiendo esa sensación, el chico se cuestionaba qué haría entonces.

Salió de allí pocos minutos después en dirección a la carretera, no quería quedarse allí; nuevamente intentaría lograr que alguien lo llevara.

Se encontraba próximo a la salida del pueblo cuando de pronto apareció frente a él un sujeto amenazándole con una navaja, Eso era lo único que faltaba, pensó.
– No sé qué estés buscando, pero yo no tengo nada para ofrecerte, eso es seguro – Le dijo con sus manos levantadas y mirada fija en el otro, listo para reaccionar cuando fuese necesario o aprovechar la primer oportunidad que tuviese para desarmarlo.
– ¡No juegues conmigo! ¡Dame el dinero y todas las cosas de valor que tengas, entonces me largaré! ¡Si eres inteligente sabrás lo que te conviene!
El sujeto se acercaba cada vez más, manteniendo el cuchillo al frente. Intentar huir y darle la espalda era, definitivamente, una mala idea.
– No tengo nada – Mintió; si bien llevaba consigo lo que Otmari le había dejado, no pensaba utilizarlo, y, mucho menos entregarlo, esperaba devolverlo si tenía la oportunidad.
– ¿¡Esperas que crea eso!? – Exclamó molesto.
Aprovechando ese segundo de descuido sujeto la muñeca de la mano en que el hombre tenía el arma, haciendo esta a un lado. El tipo luchó por liberarse cayendo sobre él, ambos continuaron forcejeando en el piso. Era más fuerte de lo que esperaba.
Alguien detuvo al otro justo cuando comenzaba a creer que estaría en problemas; levantó la vista, su rostro se iluminó – ¡Tsuru! – Dijo con sus ojos abiertos de sorpresa.
El recién llegado desarmó al ladrón rápidamente inmovilizándolo contra el piso, presionándole el cuello con tanta fuerza que le cortaba por completo la respiración.
– Eres valiente para atacarlo a él, ¿Por qué no te metes conmigo entonces? ¿Eh? ¿Qué harás ahora? No eres tan valiente sin tu arma ¿Cierto?
– Déjalo… Otmari… Vas… Vas a… matarlo – La furia en el rostro de Tsuru le atemorizaba; se incorporó con lentitud, adolorido.
Cómo si reaccionase al oírle dejó ir al sujeto, que huyó sin siquiera recoger su navaja.
– ¿Estás bien?
– Si – Asintió sujetándose el hombro – Gracias.
– Te dije que no era seguro andar así por ahí, pudo haberte pasado algo – Buscaba la mirada del otro, quien le evitaba exitosamente – Si quieres salir de aquí deberías ir a la estación, salen al menos tres coches por día que llevan gente.
Estaba subiendo a su auto cuando la voz de Yukimaru le detuvo: – ¿Puedes, llevarme?
Sonriéndole levemente le indicó que subiera.
El silencio se apoderó del vehículo, hasta que este comenzó a desacelerar, si no lo decía entonces, pensó el chico, ya no volvería a tener la oportunidad. Sacó entonces el dinero de su bolsillo y lo dejó frente a él – Te lo dije, no lo quería.
– Y yo dije que lo conservaras, lo necesitarás para el viaje.
Finalmente se detuvieron por completo.
– Es aquí.
El chico miraba el suelo. Era ahora o nunca.
– Yo… – Tomó aire – Yo no me refería a que me trajeras aquí – Soltó ruborizándose un poco y volteando a mirarle pese a sentirse algo apenado – Quiero viajar contigo, Tsusu, si aún sigue en pie lo que dijiste. Si ambos estamos solos podemos hacernos compañía mutuamente ¿No?
Demoró unos minutos en reaccionando de su sorpresa.
– Claro – Afirmó al fin dedicándole una amplia sonrisa – Si podemos.
Luego ambos se pusieron en marcha nuevamente.

Ambos sonreían ahora mientras dejaban aquél pueblo atrás y volvían a la carretera, aquellas rutas que los habían unido, para siempre.
Tsuru posó su mano sobre la del muchacho. “Mientras me lo permitas, cuidaré de ti. Mientras quieras estar conmigo, te llevaré a donde sea que quieras ir”, pensó, a la vez que, el otro, por su parte pensaba: “Te haré compañía mientras me lo permitas. Mientras aún quieras estar conmigo, iré a donde sea que me lleves”.
Ya ninguno volvería a estar sólo jamás.
Eve Nezumi

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Esta historia la creé el año pasado (Finales del 2012), poco antes de "Una Trampa del Amor". Los personajes no tienen relación alguna con la imagen, original de Tohru Adumi.
Los derechos sobre este relato me perteneces, así que si lo ven publicado en otra página agradecería me dieran aviso.
Si alguien lo lee, gracias y espero que les guste.
                                    Me despido,
                                                                         Eve Nezumi