Un encuentro casual de la infancia; años
solitarios pensando sólo en que vuelva a suceder, en una sola persona…
¿Qué pasará si eso vuelve a ocurrir?....
¿Será para siempre?...
El reencuentro
Contemplaba aquella figura que mi madre me había obsequiado, aquél Shisa
que casi pierdo hace algunos años en las profundidades del mar; sentado sobre
una roca, rodeado de nieve, meditaba en el mismo sitio al que acudía cuando no
deseaba sentirme sólo a pesar de estarlo.
Fue entonces cuando escuche un sonido proveniente de entre los árboles;
aunque no estaba seguro de qué lo había producido, y sin poder asegurar que
fuese buena idea, decidí ir a averiguar.
Me asomé sigilosamente logrando distinguir una figura que golpeaba
violentamente el tronco de un árbol. No fue hasta que volteó y avanzó un poco
hacia mí, exponiéndose a la luz, que su rostro se me hizo familiar.
¿Qué debía hacer? ¿Decirle algo? ¿Guiarlo o indicarle cómo llegar a
algún sitio? Pero… ¿Cómo?... En ese momento no sabía cómo tratar con alguien…
Además… ¿Realmente podía ser él?
Sin darme cuenta me encontraba frente al lugar en el que había
comenzado, cubierto tras un árbol. Mi corazón latía con fuerza, ¿Era posible
que aquel chico del abrigo negro fuese el mismo que me había salvado de morir
ahogado?
De pronto su voz me hizo estremecer, no había notado el momento en que
llegó a mi lado:
– No creí que hubiese nadie más aquí.
Lo observé por un momento antes de alejarme un poco, definitivamente era
él; después de esperar tanto tiempo con la esperanza de volver a verlo no sabía
si estaba listo. Era notorio que algo había cambiado, pero, ¿Cuánto?... A pesar
de mis dudas le respondí.
– Este es mi lugar, aunque tú haces demasiado ruido para mi gusto,
arruinas la tranquilidad.
Noté como me observaba extrañado, probablemente debido a que sólo
llevaba una camisa arremangada sobre los hombros, mientras que él paresia no
conforme siquiera con su chaqueta.
– Ja, yo no tengo la culpa de que aquí todo sea tan confuso, no importa
a donde mire todo se ve igual. – Respondió con una procurada ironía.
– Como digas. ¿Debo suponer pues que la expresión en tu rostro de hace
un momento se debía a eso? ¿O es que hay otro motivo?
– No se de qué rayos me hablas.
Estaba logrando que se molestara, no pude evitar esbozar una leve
sonrisa al haber comprobado que en eso no había cambiado absolutamente nada.
– Mi nombre es Kamui, ¿Y tú quien eres?
– ¿Yo? – Me extrañe de aquella pregunta; definitivamente no me
recordaba.
– ¿Es que hay alguien más aquí? – Se burlo.
– Shi… Shi – Comencé a decir, pero me arrepentí, no estoy seguro del por
qué, pero no quería decirle mi nombre, tal vez por temor a que si se lo decía
no lo volvería a ver, quizás por temor a que me recordara y se marchase o… La
verdad es que no tenía un motivo, no uno que conociese, pero no quería hacerlo.
– ¿Shi-Shi? Interesante... Con que ese es tu nombre… Me pregunto…
– ¿Eh? – Me exalte interrumpiéndole antes de que pudiese pronunciar una
palabra más – No, claro que no, ¡Es obvio que así no me llamo!
Divise entonces en su rostro una sonrisa no de triunfo, pero esa no se
la dejaría pasar así nada más…
– Dices eso porque me envidias…
– ¿Qué rayos significa eso?
– A diferencia de ti, yo puedo estar en un lugar como este, no soy tan
débil, no como para precisar esa clase de abrigo.
– ¿¡Débil!? – Logré que se exaltara también – No digas tonterías, no
estoy tan loco querrás decir.
– Frío, calor, miedo, dolor, esas sensaciones están en la mente – Cité
recordando las palabras que me dijo aquél día – Si puedes controlarlo, si
simplemente crees que no lo sientes, entonces desaparecerán.
Se izo un breve silencio, me sentí victorioso, y de ese modo tomé la
iniciativa para retarlo un poco más.
Me acerque lentamente – ¡Vamos! – Insistí tomando el cierre de su
campera y desprendiendo.
– ¿Qué?... ¿Qué demonios? – Respondió, note como estaba a la defensiva.
– ¿Qué ocurre? ¿Tienes miedo? ¿O es que eres demasiado débil como para
resistirlo? ¿No te animas? – Le desafié.
– ¡No es eso!, ¡No digas tonterías! – Se atajó.
– ¿Entonces? – Pregunté arrojando lejos, sobre la nieve, aquel abrigo
negro y notando que debajo traía una gruesa camisa unida a un buzo azul
obscuro.
– Nada.
– Mejor así. Veamos si puedes controlarlo. – Sonreí desprendiendo todos
los botones y deslizando aquella vestimenta dejando su piel al descubierto.
Pude notar como su blanca piel contrastaba perfectamente con la mía, así
como su cabellera negra y ojos casi de un perfecto tono de amarillos lo hacían
con mis cabellos rubios, casi blancos, que se confundían en el mismo tono que
la nieve y mis ojos morados. A pesar de haber crecido, seguía siendo más alto
que yo, si lo pienso ahora, tal vez debido a ser un año mayor… Es posible que
ninguno hubiese cambiado tanto.
Su voz me sacó de mis pensamientos – Esto no es justo – Dijo – Ahora
tienes más abrigo que yo.
Al comienzo no lo entendí, no hasta que sentí como sus manos rozaban mi
piel y él se desasía de mi camisa también. Ese contacto produjo que me erizara,
un escalofrío recorrió mi cuerpo, y sabía no guardaba relación alguna con el
paisaje que se extendía alrededor hasta allí donde la vista alcanzaba; que
estuviese tan cerca, era eso lo que provocaba en mi aquella extraña sensación.
Aunque él no supiese quien era, a pesar de los años que habían pasado,
en ese instante sentía como si ambos hubiéramos vivido juntos desde siempre,
sentía en el ambiente la sensación que, a pesar de no haberla experimentado
nunca, ni haberla vivido de cerca, tenía la certeza que dejaban dos personas
que se conocían desde hace mucho, mucho tiempo.
– ¿Y?... ¿Sientes frío? – Me atreví a preguntar dificultosamente.
– No, ya no – Respondió él. Se acercaba a mí, con sus manos sobre mis
hombros.
– Te, lo, dije – Nunca creí que fuese necesaria tanta concentración por
sólo tres palabras.
Podía sentir un intenso calor recorrer mi cuerpo ahora, y a pesar de que
hacía mucho que sabía controlar ese tipo de sensaciones, esta vez era
diferente, no era que tuviese calor o frío en si, era algo distinto. Mi corazón
latía con fuerza y mis mejillas comenzaron a ruborizarse. Tal vez a causa de
la baja temperatura, o quizás por el
momento, por un instante creí ver las suyas rosas también, pero no duró mucho,
pues sus labios se posaron en los míos en un dulce beso, y confundido, tratando
de conservar ese momento, impulsivamente cerré mis ojos.
Desde entonces ha estado a mi lado, ya jamás volvió a alejarse, no se si
hice bien en no decirle mi nombre en ese momento, no se si las acciones, las
cosas que hice o dije, fueron las correctas, si mis elecciones fueron las
mejores, tampoco se cuantos errores he cometido en el proceso, pero lo que sí
se, es que no me arrepiento de nada, porque fue todo aquello, cada error y cada
acierto, los que me llevaron al día de hoy, lo que me permitieron alcanzar todo
aquello por lo que siempre luche, nuestros sueños.
Eve Nezumi
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Esta historia la creé el año pasado. Los personajes
pertenecen originariamente a una novela que estoy escribiendo, aunque los saqué
muy lejos de su contexto original para escribir este breve relato, y no tienen
relación alguna con la imagen, (sólo creí que quedaría bien con la historia).
Los derechos sobre este relato me perteneces, así que si lo ven
publicado en otra página agradecería me dieran aviso.
Desde ya muchas gracias. Espero que les guste.
Sin más
sque decír, me despido,
Eve Nezumi