Un solitario viaje para dos
Respirando
agitadamente, agotado por haber corrido demasiado, el joven de cabellera negra
abordó aquel ómnibus buscando en sus bolsillos.
– ¿A dónde? –
Le preguntó el guarda con una sonrisa que se borró de su rostro tan pronto el
chico levantó la mirada.
– Tan lejos
cómo pueda llegar con esto – Extendió unos billetes y monedas. Sus mejillas
estaban húmedas, y era notorio que había llorado.
–
Prácticamente te dejaría en medio de la nada, así que tendrás que conformarte
con la parada más lejana, pero no tan lejos.
– Sólo
llévenme tanto como puedan, no importa hasta dónde siempre que sea lejos, yo me
las arreglaré luego.
El guarda
suspiró, entregándole los boletos dubitativo – Si usted lo dice…
Eso era lo que
quería, alejarse… de todo… Acababa de gastar todos sus ahorros, y no sabía
hacia dónde se dirigía, o qué haría después, pero nada de eso importaba
entonces. Secó su rostro con el puño de su camisa y continuó mirando por la
ventana, ahora sólo le restaba esperar, mientras, sus celestes ojos amenazaban
con volver a llorar…
Hacía ya
bastante que había abordado cuando escuchó que le hablaban – Es aquí.
Se incorporó
echando un vistazo, no quedaba casi nadie más. Una vez frente a la puerta
abierta, el guarda le comentó – Si quieres puedes bajarte en la próxima ciudad,
o, dejarte de regreso en la parada anterior… No creo que sea buena idea que te
quedes aquí…
Era cierto, no
había nada alrededor, sólo árboles, campo y carretera, mas, pese a desear
aceptar, temía que de hacerlo debiese responder preguntas o dar algún tipo de
explicación, de modo que prefirió decender.
Sonriendo
amablemente le rechazó, inclinándose a modo de agradecimiento – Muchas gracias,
en verdad lo aprecio, pero está bien aquí.
Observó de
pie, a un lado de la calle, cómo aquél ómnibus continuaba y desaparecía en el
horizonte… sin él…
Horas después
él continuaba, algo más adelante, en el mismo sendero; los pocos vehículos que
pasaban por allí continuaban sin siquiera disminuir la velocidad, no importaba
cuantas señas les hiciera. Poco a poco la temperatura disminuía.
“Si este no se
detiene me pararé frente al próximo que pase para que lo haga” Pensó resignado
al ver dos luces a lo lejos mientras levantaba su mano.
Repentinamente,
habiéndolo pasado por no más e un metro, y contra todo lo que el chico hubiese
esperado, aquél amplio, negro y elegante auto se detuvo.
Tímidamente se
acercó, la puerta del acompañante se abrió y desde el asiento del conductor una
voz gruesa pero suave le habló:
– ¿Qué
esperas? Sube.
Obedeciendo
rápidamente, cerró tras haberse sentado – Gracias.
– ¿A dónde
vas? – Cuestionó el joven de cabello desmechado a los hombros, el cual, a la
tenue luz del vehículo, se veía de un negro verdoso que, combinado a su intensa
mirada de un obscuro gris, le otorgaban un misterioso aire mágico, digno de un
personaje de cuentos de fantasía.
Había pasado
completamente por alto su intento de amabilidad al agradecerle… – A dónde sea…
– Contestó, esperando no sonar demasiado sospechoso y deseando que no le
hiciese bajar…
– Curioso –
Esa fue la única respuesta que obtuvo e inmediatamente el automóvil se puso en
marcha de nuevo…
– ¿Tienes
frío? – Rompió el silencio que se había extendido ya durante un buen rato al
ver de re ojo temblar al muchacho.
– ¿Eh?... No,
no te preocupes…
Su respuesta
fingida y falsa sonrisa no pudieron engañar al otro, que, buscando en el
asiento de atrás le alcanzó un saco.
– La baja
temperatura me ayuda a mantenerme despierto cuando conduzco por la noche…
– Gracias –
Pese a que era algo grande para él, bien le servía de abrigo.
– Mi nombre es
Yukimaru Tsumeru, mucho gusto – extendió la mano.
– Tsuru Otmari,
encantado – La estrechó esbozando una imperceptible y débil sonrisa.
– Puedo
preguntar qué hacías a estas horas en medio de la carretera – Le preguntó Tsuru
tras un momento, ya que tenía compañía, hablar parecía una buena manera de
matar el tiempo y mantenerse atento mientras continuara en viaje, mas siempre
había preferido la soledad… – ¿No sabes que puede ser peligroso?, podrían
asaltarte, o peor… – Insistió.
– Qué más dá –
Se apoyó en el asiento mirando los árboles pasar; prefería responder lo menos
posible, pero no deseaba parecer descortés. – Incluso si alguien lo intentara,
no tengo nada que pudiese robarme…
– ¿Y tus
padres?
– Están muertos,
además, ya soy mayor. – Respondió elusivamente.
– Lo siento… –
Hubo un breve silencio antes de que continuara. – Déjame ver, sin dinero, sin
abrigo o bolso alguno, y sn ninguna dirección… Entonces, ¿De qué huyes?
El sueño
comenzaba a vencer a Yukimaru que dejó escapar un bostezo antes de cuestionar –
¿Tan, evidente soy?
– Algo… ¿Y
bien?
– Mi hermano,
él me odia.
– Dudo que sea
precisamente así…
– Si –
Respondió. Sus ojos se cerraban, y, semidormido, respondió sin percatarse a
todo, al punto de que, inesperadamente, terminó por contarle su historia.
El muchacho
abrió lentamente sus ojos, mirando alrededor; amanecía.
– ¿Despierto?
– Escuchó.
– ¿Ah?... Si…
¿Aún no llegamos?
– Depende, ¿A
dónde? – Hizo una breve pausa – Hace algunas horas que pasamos la ciudad; sólo
paré por unos cafés biscochos, pero te veías tan dulce durmiendo que no quise
despertarte – Le sonrió de lado, quizás un tanto altanero – No creí que te
importara.
– Hm – Dejó
escapar una leve riza – Ahí hay un café y un par de biscochos, supuse que
tendrías hambre.
– Gracias,
pero yo… - Iba a decirle que no bebía café, mas prefirió aceptar el gesto, le
colocó tanto azúcar cómo encontró, probablemente Otmari lo había tomado amargo
pues era bastante, y repitió para luego comenzar a comer – Gracias. – Pese a
pensar que debía negarse, estaba realmente hambriento.
– ¿Sabes
conducir?
– ¿Eh?, Si. –
Se extrañó por lo inesperado de la pregunta.
– Bien –
Detuvo el coche y abrió la puerta del acompañante. El chico le miró sin
comprender.
– Da la
vuelta, quiero descansar un poco, así que tu conducirás mientras yo duermo un
rato ¿Está bien?
Yukimaru
asintió y salió del auto para luego tomar el lugar del conductor, mientras
Tsuru se deslizaba al asiento contiguo, acomodándose contra la puerta.
– ¿A dónde…?
Con sus ojos
cerrados le respondió débilmente – Sólo sigue, a donde sea… – Su voz se apagó y
no dijo más.
Se veía
extrañamente agradable dormido, pensó el chico que comenzó a conducir
nuevamente; ese aspecto rudo, desinteresado, todo eso había desaparecido misteriosamente
al momento que cerró sus ojos.
El sol
comenzaba a descender y, nuevamente tras el volante, Tsuru anunció – Estamos
aproximadamente a media hora del poblado más cercano.
¿Significaba
eso que ese sería el final del recorrido? Se cuestionó el chico.
Era un pueblo
realmente pequeño. A la entrada pasaron frente a una comisaría, poco después se
detuvieron en una posada.
– Parece un
buen lugar para pasar la noche – Comentó antes de salir del vehículo. – Mi auto
no es tan cómodo.
Yukimaru
descendió tras él, ese comentario le había dado a entender que su viaje llegaba
sólo hasta allí. Esperó afuera, dubitativo; deseaba preguntarle si seguirían
luego, mas no creyó tener el suficiente valor para hacerlo. Al menos le
agradecería, eso sí, pensó.
El joven salió,
deteniéndose sólo un instante para dirigirle una mirada, momento que el chico
quiso aprovechar para darle las gracias, aunque sólo llegó a nombrarlo antes de
que continuase hasta su auto, poniéndolo en marcha y doblando en un estrecho
callejón, al que, extrañado por algo en aquella actitud que parecía disto a
antes, se asomó, sospechando, al notar que no tendría salida, el que sólo
habría ido a estacionar, por lo que continuó esperándolo.
Tsuru se
detuvo a no más de un metro del alto muro de ladrillo; no se movió del asiento,
simplemente se quedó allí, pensando… Cuando aquél muchacho decía su nombre de
esa forma… – Demonios – Golpeó el
volante con su puño; ¡en qué rayos estaba pensando!... Y aún así… ¿qué diablos
pretendía hacer?... Sabía que se arrepentiría, pero no podía evitarlo,
contenerse, ya… ¿Iba a arruinarlo todo?
Regresó tras
varios minutos, sus grises ojos se veían más sombríos que antes, y su semblante
se veía mas serio aunque tal vez sólo era su imaginación pensó el chico…
– Tsuru, yo
sólo quería…
– No – Le
interrumpió.
– ¿Qué? Pero…
– No, porque
si dices algo harás que me sienta aún peor por decir lo que diré.
– ¿De qué
estas ablando?
Su actitud se
volvió seria y decidida antes de responder – Tendrás que pagarme. ¿O es que
pensabas irte sin hacerlo?
– Le dije que
no tenía dinero y…
Sonriéndole de
lado. Pese a que su mente estaba repleta de dudas preguntándose qué hacía, se
mantuvo sereno – Hay muchas formas – Dijo.
Aquella
expresión le había dado a entender aquello antes de que sus palabras pareciesen
confirmarlo.
– ¿Qué…
quieres decir? – Cuestionó.
– Creo –
Repuso el otro – que sabe bien a que me refiero.
– ¿Estas
insinuando que…?
– Me pagues
con tu cuerpo, si – Terminó él.
– Tienes que
estar bromeando, ¿¡Estas loco!? ¡Ni de broma!
– No, sólo
creí que preferirías arreglarlo de alguna forma, pero supongo que debería
avisar a la policía. Seguro el comisario no tendrá problemas en contactar a tu
casa, apuesto a que tu hermano estará feliz de saber de ti y estará encantado
de…
– ¡No! –
Reaccionó finalmente, sus ojos celestes brillaban sumamente abiertos – Por
favor, usted, no haría eso… No lo haga, por favor.
– Sólo decía,
se supone que de aviso…
Desvió la
vista al piso y luego cerró sus ojos, suspirando – Está bien, haré lo que
quiera, pero por favor no lo haga, no le diga.
– De acuerdo,
entonces sígueme. – Decretó, entrando al hotel seguido por el chico que le
obedeció.
Frente a la
puerta, mientras el sujeto abría, aún pensaba en la mirada extrañada de la
recepcionista al momento en que recogió éste la llave.
Una vez dentro
vio desaparecer los dorados números que marcaban la habitación 15 y el cartel
en rojo de “No molestar”, antes de que su captor asegurase la puerta con llave;
¿Es que temía que huyera?
– No se tu –
Le dijo – Pero yo tengo hambre.
– ¿Lo dice
enserio? – Pensó en vos alta.
– Claro –
Respondió dirigiéndose a una pequeña mesa rustica en madera que se encontraba
ya servida con dos sillas enfrentadas, y señalando una de ellas le invitó –
Vamos, siéntate.
– Mejor paso.
– Insisto, al
menos hazme compañía… Seguro estas hambriento también, así que por qué no
aprovechas a comer algo de paso.
– No lo estoy
– Decretó mientras tomaba asiento, mas el rugir de su estómago dejó al
descubierto su mentira.
– No seas tan
terco y come algo, no hay razón para que actúes así.
– Por supuesto
– Su voz sonó con cierta ironía – ¿Se supone que esto sea otra trampa suya,
Otmari?
– Así que ya
no me llamas por mi nombre – Musitó para luego agregar con voz calma – ¿Por qué
habría de serlo? No tienes por qué pensar así de mí, sólo te estoy invitando.
Además, ¿Crees que podría cambiar algo a estas alturas?
Eso era
cierto, y, pese a que su orgullo le impulsaba a negarse, su estomago venció
haciéndole ceder.
Para entonces
el sol había desaparecido completamente en el horizonte. Yukimaru estaba parado
a pocos metros frente a una cama de dos plazas con gran cabecera tallada en
madera. Toda la decoración en esa habitación parecía crear un ambiente
acogedor.
Al sentir las
manos que le giraban con suavidad regresó a la realidad. Miró directo a
aquellos ojos gris obscuro que se desviaron sutilmente al tiempo que notaba
cómo le desprendían la camisa. Tsuru deslizó esta por sus brazos con una
delicada caricia que hizo erizar levemente al chico, mientras le hacía
retroceder hasta dejarlo recostado sobre el colchón.
La sensación
de la suave seda con la que estaban echas las sabanas bajo él se combinaba con
la de los besos y caricias que aquél hombre le regalaba de forma extraña en su
mente.
¿Qué estaba
haciendo? Pensó tapándose la boca con su mano. Jamás antes habría accedido a
algo como eso… Incluso si hubiese llamado a la policía podía haber escapado
antes de que llegara, y, aunque no lo hiciera, no habría razón para que
contactaran a su hermano si no hababa él primero, además no había hecho nada
malo y ya era mayor… Lo sabía, desde siempre lo había sabido… Pero… entonces…
¿Por qué?... ¿Por qué lo había dejado llegar tan lejos?
Otmari hizo a
un lado la mano del muchacho para así robarle un beso, pasándole el pulgar por
la mejilla y acariciándole el cabello susurró en su oído antes de volver a
besarle aún más intensamente.
–
Tranquilizate, sólo relájate, no pienso hacerte daño ¿De acuerdo?
Las manos de
aquél hombre bajaron por su pecho y abdomen con movimientos lentos y, una vez
estas comenzaron a desprenderle el pantalón el chico comprendió que ya no
habría vuelta atrás…
Tsuru atravesó
el umbral de la puerta secando con una toalla escarlata aquel oscuro cabello
que goteaba sobre su espalda.
– ¿Estas
despierto? – Inquirió al sentir la mirada del otro siguiéndole. Al voltear el
chico la desvió, clavando sus ojos en algún punto entre el piso y la pared, por
lo que prosiguió – El baño esta pronto para cuando quieras ducharte.
– Bien –
Fueron sólo unos segundos de silencio antes de que decidiese romperlo, pero
solo eso bastaba para hacerle sentir incómodo – Debes tener experiencia
trayendo gente a lugares como este…
– No,
generalmente busco chicas en ciudades grandes. – Hasta terminar de hablar no se
dio cuenta de lo inoportuno de su respuesta, claramente no sonó cómo lo
esperaba.
– Soy hombre,
aunque supongo ya notaste eso – Su voz era suave, cerró los ojos mientras decía
aquello, esbozando una triste sonrisa, para agregar abriendolos lentamente. –
Para ti debo ser como esas mujeres de todos modos, la única diferencia es que
fui victima de que quisieras cambiar, probar algo nuevo.
– ¡Eso no es
cierto! ¡Jamás dije eso! ¡Si quiera lo pensé! – Reaccionó de inmediato,
verdaderamente lo había malentendido todo.
Otro incómodo
silencio se extendió por la habitación, mucho más prolongado que el anterior.
– Yukimaru,
pensé que, si no ibas a Nunkun lugar, tal vez querrías seguir, en vez de
quedarte aquí, y me preguntaba si, si quieres continuar viajando, conmigo…
– Para volver
a divertirte “cobrándome” – Con pesar se esforzó en decir aquello.
– Por supuesto
que no, yo sólo creí que como tu estabas sólo y yo no tengo a nadie tampoco,
podríamos hacernos compañía mutuamente.
– ¿Sólo eso?
Claro, qué más podría pensar luego de que prácticamente me hayas violado. –
Respondió con tanta ironía como le fue posible.
Una vez más,
silencio.
– Entiendo…
Comprendo, que reacciones así, pero… Diablos, sólo, escucha…: Yo, jamás me
detengo, nunca recojo a nadie, sin importar quién sea, siempre viajo sólo,
pero, contigo fue diferente, antes de darme cuenta me había detenido y te había
hecho entrar, y, cuando quise acordar, estaba conduciendo de nuevo. A medida
que el tiempo pasaba comencé a a sentirme más y más atraído a ti, no se qué, o
cómo, o por qué, sólo que nunca me había pasado antes, nunca me había sentido
así; quería continuar así, me atraías y quería que siguieras a mi lado, aún
sigue siendo así… Cuando llegamos a aquí no pude evitar pensar que todo
acabaría, sería el final de nuestro recorrido juntos y, creo que me dejé
llevar, sabía que no estaba bien, pero no pude evitarlo, me dejé llevar
supongo. Tal vez fue un poco absurdo esperar a que sólo me entendieras y
perdonaras o simplemente creer que querrías continuar acompañándome, pero tenía
que decirlo.
– Supones ¿Eh?
– Mencionó sentándose – Sólo eso, tal vez un poco – Se levantó dirigiéndose
hacia el baño manteniendo una postura arrogante y un tono irónico en su voz.
Al regresar,
luego de haber despejado su mente bajo el agua tibia, vio a Tsuru arreglándose
frente al espejo, quien al verlo volteó con una leve sonrisa.
– Toma – Le
dijo extendiéndole un fajo de dinero – Es suficiente para que te establezcas
aquí o continúes viajando, cómo prefieras.
El chico
frunció el seño molesto – ¡Debes estar bromeando! – Le apartó la mano de un
golpe – ¿¡Qué demonios crees que soy!?
El hombre le
dirigió una mirada, entre extrañada y triste.
– ¿Acaso
piensas solucionar todo con eso? Puedes comprar lo que sea ¿No es así? ¿Crees
que soy esa clase de persona que puedes “comprar” y usar a tu antojo? Pues te
equivocaste si creíste que iba a aceptar eso. ¡No sé quién te crees! – Estaba
realmente enfadado, no era que se sintiese exactamente ofendido, sino molesto.
– Eso dolió –
Suspiró – ¿es que no oíste nada de lo que te dije? To sólo quería ayudar – Dejó
el dinero sobre una mesa antes de abandonar la habitación número 15.
Yukimaru quedó
solo allí; el sol se alzaba en dirección opuesta a la ventana y la luz entrante
creaba un juego de sombras que le daba una impresión fría al lugar. Percibiendo
esa sensación, el chico se cuestionaba qué haría entonces.
Salió de allí
pocos minutos después en dirección a la carretera, no quería quedarse allí;
nuevamente intentaría lograr que alguien lo llevara.
Se encontraba
próximo a la salida del pueblo cuando de pronto apareció frente a él un sujeto
amenazándole con una navaja, Eso era lo único que faltaba, pensó.
– No sé qué
estés buscando, pero yo no tengo nada para ofrecerte, eso es seguro – Le dijo
con sus manos levantadas y mirada fija en el otro, listo para reaccionar cuando
fuese necesario o aprovechar la primer oportunidad que tuviese para desarmarlo.
– ¡No juegues
conmigo! ¡Dame el dinero y todas las cosas de valor que tengas, entonces me
largaré! ¡Si eres inteligente sabrás lo que te conviene!
El sujeto se
acercaba cada vez más, manteniendo el cuchillo al frente. Intentar huir y darle
la espalda era, definitivamente, una mala idea.
– No tengo
nada – Mintió; si bien llevaba consigo lo que Otmari le había dejado, no
pensaba utilizarlo, y, mucho menos entregarlo, esperaba devolverlo si tenía la
oportunidad.
– ¿¡Esperas
que crea eso!? – Exclamó molesto.
Aprovechando
ese segundo de descuido sujeto la muñeca de la mano en que el hombre tenía el
arma, haciendo esta a un lado. El tipo luchó por liberarse cayendo sobre él,
ambos continuaron forcejeando en el piso. Era más fuerte de lo que esperaba.
Alguien detuvo
al otro justo cuando comenzaba a creer que estaría en problemas; levantó la
vista, su rostro se iluminó – ¡Tsuru! – Dijo con sus ojos abiertos de sorpresa.
El recién
llegado desarmó al ladrón rápidamente inmovilizándolo contra el piso,
presionándole el cuello con tanta fuerza que le cortaba por completo la
respiración.
– Eres
valiente para atacarlo a él, ¿Por qué no te metes conmigo entonces? ¿Eh? ¿Qué
harás ahora? No eres tan valiente sin tu arma ¿Cierto?
– Déjalo…
Otmari… Vas… Vas a… matarlo – La furia en el rostro de Tsuru le atemorizaba; se
incorporó con lentitud, adolorido.
Cómo si
reaccionase al oírle dejó ir al sujeto, que huyó sin siquiera recoger su
navaja.
– ¿Estás bien?
– Si – Asintió
sujetándose el hombro – Gracias.
– Te dije que
no era seguro andar así por ahí, pudo haberte pasado algo – Buscaba la mirada
del otro, quien le evitaba exitosamente – Si quieres salir de aquí deberías ir
a la estación, salen al menos tres coches por día que llevan gente.
Estaba
subiendo a su auto cuando la voz de Yukimaru le detuvo: – ¿Puedes, llevarme?
Sonriéndole
levemente le indicó que subiera.
El silencio se
apoderó del vehículo, hasta que este comenzó a desacelerar, si no lo decía
entonces, pensó el chico, ya no volvería a tener la oportunidad. Sacó entonces
el dinero de su bolsillo y lo dejó frente a él – Te lo dije, no lo quería.
– Y yo dije
que lo conservaras, lo necesitarás para el viaje.
Finalmente se
detuvieron por completo.
– Es aquí.
El chico
miraba el suelo. Era ahora o nunca.
– Yo… – Tomó
aire – Yo no me refería a que me trajeras aquí – Soltó ruborizándose un poco y
volteando a mirarle pese a sentirse algo apenado – Quiero viajar contigo, Tsusu,
si aún sigue en pie lo que dijiste. Si ambos estamos solos podemos hacernos
compañía mutuamente ¿No?
Demoró unos
minutos en reaccionando de su sorpresa.
– Claro –
Afirmó al fin dedicándole una amplia sonrisa – Si podemos.
Luego ambos se
pusieron en marcha nuevamente.
Ambos sonreían
ahora mientras dejaban aquél pueblo atrás y volvían a la carretera, aquellas
rutas que los habían unido, para siempre.
Tsuru posó su
mano sobre la del muchacho. “Mientras me lo permitas, cuidaré de ti. Mientras
quieras estar conmigo, te llevaré a donde sea que quieras ir”, pensó, a la vez
que, el otro, por su parte pensaba: “Te haré compañía mientras me lo permitas.
Mientras aún quieras estar conmigo, iré a donde sea que me lleves”.
Ya ninguno
volvería a estar sólo jamás.
Eve Nezumi
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Esta historia la creé el año pasado (Finales del 2012), poco antes de "Una Trampa del Amor". Los personajes no tienen relación alguna con la imagen, original de Tohru Adumi.
Los derechos sobre este relato me perteneces, así que si lo ven publicado en otra página agradecería me dieran aviso.
Si alguien lo lee, gracias y espero que les guste.
Me despido,
Eve Nezumi